Arquitectura ecológica, una alternativa a los desafíos del acceso a la vivienda en Colombia.

arquitectura ecológica

El hábitat humano, al igual que el de otras especies que pueblan el planeta, fue durante miles de años el resultado de un proceso de adaptación en el que existió un juicioso equilibrio con el entorno natural.  No existía competencia más allá que la de la supervivencia.  La naturaleza no tenía dueño, no era de nadie, no generaba riqueza ni era valor de cambio.

Pero esta especie, a diferencia de las otras, acuñó un concepto que rompió este equilibrio, el de «desarrollo».  Así, en función de éste, se inició una drástica transformación en el paisaje en pos de un nunca colmado «bienestar».  Durante cientos de años, la sociedad pudo habitar el territorio en perfecto equilibrio, aún podemos ver formas armónicas de hacerlo si observamos a muchos de los pueblos indígenas en el mundo.

Una de las actividades humanas que por excelencia ha contribuido con este deterioro es la forma de hacer nuestros asentamientos.  Construimos nuestras ciudades y toda la infraestructura que ellas demandan sin valorar el impacto que producimos en el entorno natural, muchas de las viviendas actuales son construidas sin pensar en el bienestar y la salud de sus moradores, habitamos en zonas de riesgo para después lamentar «desastres naturales».  Resulta asombroso, por ejemplo, que el planeta del agua muera de sed solo porque olvidamos como usar el recurso.

La vivienda va paralela a la evolución del ser humano.  En este milenio, la naturaleza nos reclama cuidado y protección.  Ahora el hombre se plantea una nueva forma de relacionarse con el medio y concebir su morada.  Este es el punto de partida de la Eco arquitectura; es algo más que un particular modo de construir, es una actitud de compromiso con el medio ambiente.

La vivienda ha sido a lo largo de la historia de la humanidad, no solo el cobijo de ella, sino una forma de representar la manera como nos relacionamos con el entorno, en el más amplio sentido del término. En ella hemos depositado todos los elementos que nos identifican como pueblo. Se podría afirmar que la arquitectura es un retrato pétreo de nuestra cosmovisión en un momento determinado de la historia.

Hoy nos hemos visto en la necesidad de ponerle un apellido la arquitectura que la identifique como armónica con el medio ambiente. Un apellido que debería resultar redundante y que de hecho en el pasado lo fue. Pero a partir de que la vivienda se convirtió en mercancía, es decir algo susceptible de ser comprado y vendido, perdió esa característica vivencial que la definió históricamente. Es por esto que la vivienda se construye en cualquier lugar sin importar el impacto que pueda generar ni las consecuencias de este al medio ambiente ni a sus moradores.

La arquitectura tradicional no necesita apellidos. Es de hecho ecológica. Una ranchería wayúu, una maloca amazónica, una casa campesina en el eje cafetero o en los llanos orientales, contemplan y reúnen una inmensa cantidad de información que se puede leer en ellas. Así para su construcción se hacen cuidadosas mediciones de localización, se valoran elementos ambientales, se tienen en cuenta delicados valores climáticos y se contemplan minuciosas resultantes técnicas que involucran materiales adecuados y tecnologías precisas, para lograr no solo su objetivo funcional, sino que la lectura de ellas sea la lectura de sus creadores. Son estas normas silenciosas de la sabiduría popular que evidencian la práctica adaptativa que representa la vivienda.

Una vivienda ecológica es aquella que puede construirse en un determinado lugar sin alterarlo con su presencia, es también aquella que le es saludable a sus moradores, es eficiente en el ahorro y uso de recursos y emplea los materiales más adecuados, cuya extracción, uso y disposición final no altera ni el entorno natural ni a sus moradores.

¿Qué es una eco vivienda?

Para iniciar esta definición, debemos volver al concepto de hábitat sostenible. Para que un proyecto sea sostenible, debe cumplir con los principios del triangulo de la sostenibilidad. Esto es: Sostenibilidad ambiental, que se refiere al impacto ambiental cero y mejor aún minimizar el impacto precedente. Es decir, un proyecto sostenible debe tener mínimo impacto ambiental y de manera ideal debe ser remediador en lo posible del impacto ya causado por la sociedad. En segundo lugar, debe cumplir con la sostenibilidad social; es decir, debe ser un generador de tejido social, creador de nuevas relaciones entre los miembros de la comunidad donde se desarrolla el proyecto y reestablecer aquellas que se han deteriorado. Y sostenibilidad económica; la cual hace referencia a la adquisición de utilidad económica por parte de todos los actores del proyecto. Ganancia real o ahorro serán elementos rectores para la continuidad o mantenimiento y posterior éxito de un proyecto sostenible.

Bajo esta premisa pasamos entonces a circunscribir el concepto de ecovivienda. He definido en el pasado, la ecovivienda, como una casa saludable en tres aspectos fundamentales.

Saludable con el entorno natural, saludable con sus moradores y saludable consigo misma. Esto se refiere al impacto mismo de la vivienda con los tres niveles básicos de relación.

Con su entorno, hace referencia al bajo impacto que debe ejercer el hecho constructivo sobre la naturaleza. Debemos desarrollar tecnologías de bajo impacto para disminuir la huella ecológica que deja el proceso de urbanización sobre el planeta. Baste recordar que el 40% de la energía usada en el mundo, lo consume el proceso de construcción del hábitat humano, o que hayamos desarrollado técnicas sofisticadas para la construcción y prácticamente ninguna para la implantación. Cuando vamos a construir una casa, “descapotamos el suelo”, es decir lo “limpiamos de su capa vegetal”. Y para ello hemos desarrollado una tecnología asombrosa de maquinas casi robóticas que lo hacen con eficiencia. Por otro lado, para reemplazar “lo malo” del suelo, extraemos areniscas blandas de yacimientos mineros de gran impacto con técnicas que van desde voladuras con explosivos, retiro con orugas, cargadores, camiones, transporte etc. Luego en obra, compactadores, cuchillas niveladoras etc. Y frente a esta parafernalia tecnológica, no hemos desarrollado una tecnología capaz de proporcionar los mismos resultados sin el impacto que supone lo anteriormente descrito. La huella ecológica del hábitat humano es probablemente una de las más costosas del planeta.

La salubridad con sus moradores, se relaciona con el impacto que ella genera sobre sus habitantes.  ¿Estamos completamente seguros en nuestras casas? La función primaria del hábitat humano, es la de permitir la reproducción de la especie en condiciones de seguridad. Hoy sabemos que no cumple esta función. Una casa actual de clase media en Colombia, acumula más químicos que los que almacenaba un laboratorio de investigación química en los EE.UU. a principios del siglo XX. La casa no es segura.  Sabemos que muchas de las patologías que impactan la salud de la población, proviene de la misma casa. Por ejemplo, En Bogotá, un alto porcentaje de las enfermedades respiratorias en niños menores de 12 años, obedece a altísimos niveles de humedad en el aire, resultado de una mala circulación del mismo en la vivienda. “Bogotá no es una ciudad de puertas abiertas, sino de ventanas cerradas” (Pedro Menéndez Pla Investigador de eco urbanismo). Hemos desarrollado una cultura bactericida desaforada para beneficio exclusivo de la industria de limpiadores. No se trata de vivir en suciedad, pero si en equilibrio. Uno de los mayores causantes del deterioro de la capa de ozono que nos protege de los rayos ultravioletas provenientes del espacio, es el cloro que se aplica a las piscinas en la zona tropical. Debido a las altas temperaturas propias de esta zona del planeta, el nivel de evaporación es alto y transporta el cloro que se usa para desinfectar el agua de las mencionadas piscinas a la parte alta de la atmósfera, con los resultados ya conocidos sobre el ozono atmosférico. ¿Pero quien de nosotros se arrojaría a una piscina cuyas aguas no contengan cloro? Los romanos antiguos, los griegos, los egipcios, los chinos, los aztecas en la antigüedad tuvieron y disfrutaron piscinas sin cloro. Hoy existen nuevas técnicas de purificación de aguas tales como la luz ultravioleta a partir de la descomposición de la luz solar con prismas. Técnica usada por los Nahuatl antes de la llegada de los españoles y avalada actualmente por la NASA y centros de Investigación de diversos piases.

Finalmente, una vivienda debe ser saludable consigo misma. Esto se relaciona con los materiales que usamos para construirla. En la actualidad, desconocemos la hoja de vida (desde su extracción hasta la disposición final) de los materiales de construcción que usamos.

La dinámica del mercado impone el uso indiscriminado de materiales de construcción. Es así como vemos con asombro, el transporte de ladrillos y cemento a lugares como el Cabo de la Vela o Leticia. El primer criterio con el que debe contar una vivienda ecológica, es el de usar materiales de cercanía. La tradición cultural de los pueblos que habitan esos lugares, indican la mejor escogencia de los materiales de construcción para sus viviendas. Después de más de 500 años de adaptación, es de suponer que han escogido lo más eficiente.

En resumen. Una ecovivienda debe contemplar de forma dinámica estos criterios para que, al ser aplicados integralmente, se logren efectos positivos para un planeta enfermo por causa de sus habitantes y su hábitat.

¿Pero como lo hacemos?

Durante la segunda mitad del siglo XX, se generaron movimientos de ambientalistas y de arquitectos que, en un justo afán de poner su empeño en la conservación medioambiental, generaron innumerables propuestas sobre el tema del hábitat sostenible. Es así como en países como España, Alemania, Israel entre otros, surgieron autores que publicaron interesantes estudios sobre el hábitat enfermo y soluciones a su enfermedad. Ante la ausencia de mayores elementos los arquitectos del mundo los adoptaron como paradigma en el tema, pero muchas veces el remedio fue peor que la enfermedad.

En no pocos casos se vio que lo que pretendía ser una solución sostenible, se tornó en un resultado inmanejable.

Una facultad de arquitectura se ha comportado como una escuela de aprendices, en el más estricto sentido del término. La Arquitectura ha sido sometida a una discusión de identidad que la enmarca como arte o como ciencia. Lo cierto es que no se enseña como ninguna de las dos. De igual manera se practica de forma aleatoria, evadiendo convenientemente las exigencias disciplinarias de las prácticas mencionadas. Así cuando se le enseña o en la vida profesional, se le exige al arquitecto formación científica en conceptos constructivos que se deben nutrir de la física, química, geografía etc., asume su posición de esteta que relega este conocimiento a ingenieros que ejecutan su “obra”. Por el contrario, cuando se le critica su respuesta estética, se atrinchera en un simplismo formal-constructivo, aduciendo una sospechosa rigidez científica. Normalmente un para un estudiante de arquitectura, el universo de diseño es una pantalla de computador o una hoja en blanco. Así, se puede diseñar una “obra de arte” que se ubique casi en cualquier lugar del planeta sin contemplar las condiciones y consideraciones particulares de cada lugar y menos aún, la población que los habita.

El ejercicio ético de la arquitectura, exige una exhaustiva participación de toda la información posible de los elementos que componen un proyecto. Entre menos información utilice y contemple un proyecto, más aleatorio será su resultado.  Por el contrario, a mayor cantidad de información en el mismo, mayor será la precisión y certeza del resultado.

Surge entonces la necesidad de proponer un sistema de solución que nos permita abordar el problema en cada lugar del mundo sin seguir modelos que por buenos o bienintencionados que sean, no son necesariamente una óptima solución. Ante este panorama proponemos una metodología de diseño que solucione su dimensión funcional. El diseño no es la solución del ordenamiento de las funciones. Como ya lo he afirmado, se acerca más a una visión cosmovisiva que a la mera solución funcional en que caemos fácilmente como arquitectos. En función de esto, solo la aplicación juiciosa del compendio de la información local, permitirá soluciones adaptativas que verdaderamente cumplan con las necesidades de sus moradores. Pareciera necio repetir lo que el sentido común dicta, pero la experiencia muestra dolorosos casos de indiferencia ante el entorno. En no pocos ejemplos de proyectos arquitectónicos, la información ambiental (léase la información sobre el entorno natural donde se hará la implantación) se reduce al dibujo del “Norte” y en casos más atrevidos, los Vientos.

¿Dónde se aplica la información geográfica, geotécnica, climática con todos sus factores? (dirección e intensidad anual del viento, altitud, latitud, humedad relativa del ambiente, radiación solar, ciclos de lluvia) o la tradición sísmica o la caracterización ecosistémica? Ni que decir de la tradición cultural de sus habitantes ni de su proceso adaptativo a través de la historia etc. Muchas veces, la mayoría, actuamos frente a un lienzo en blanco, como artistas en trance para “crear” una obra maestra absolutamente desconectada de la relación entre los moradores y su entorno social y natural. En Colombia se pueden ver joyas de este tipo. Por ejemplo en San José del Guaviare, se construyó un barrio de varias decenas de viviendas cuyos planos fueron enviados desde Bogotá por algún colega que no imaginaba cómo era el lugar y “diseñó” unas preciosas viviendas de estilo “suizo” para una ciudad en la mitad de la selva. Por supuesto estas no fueron ocupadas sino por un enjambre de murciélagos que usaron la curiosa solución de cubiertas como refugio.

La propuesta de  un cálculo algorítmico o mejor, un algoritmo de decisión en función de su ubicación geográfica, social, económica, cultural y ambiental, se torna en una herramienta metodológica sencilla que permite capturar la información necesaria y aplicarla eficientemente en el proceso de solución funcional que debe llevar a la etapa de diseño donde expresemos con tranquilidad lo que nos identifica como cultura. Esto significa, crear mecanismos de atención a las necesidades  puntuales de cada ubicación y nunca modelos generales como panacea de la solución a los  problemas del hábitat. Una casa en un lugar, es de ese lugar y no de otro. Resulta por lo menos curioso, que el IDEAM, Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales, la institución más importante en la captación, procesamiento y generación de información ambiental, no sea visitado por arquitectos ni por estudiantes de arquitectura para indagar por datos imprescindibles para desarrollar cualquier proyecto. El conocimiento y manejo de esta información, sin duda se transformaría en menor consumo energético en zonas de piso térmico cálido o mejor aprovechamiento de la energía solar en tierras frías o uso de materiales y técnicas adecuadas como la arquitectura de tierra o el uso eficiente de maderas de cultivo o el uso adecuado de recursos críticos como el agua.

¿Y para qué sirve?

Hasta hace unos años todo lo anterior parecía un ejercicio altruista con la naturaleza. Pero no lo es.  Hoy es un problema de supervivencia. Vemos con frecuencia noticias sobre fenómenos como el Cambio Climático, el Calentamiento global entre otros. Y pensamos que este es un problema de los polos, los osos polares, los pingüinos, la amazonia etc. En realidad está más cerca y es más grave. Los dramáticos cambios que se vienen dando desde hace décadas comienzan a expresarse de forma contundente en los climas locales. Antes que el aumento en el nivel promedio del mar genere daños directos, el aumento en la temperatura media, el aumento en la frecuencia de eventos como el Fenómeno del Niño, aumento del área de impacto de enfermedades tropicales, especialmente las de transmisión vectorial, el desplazamiento poblacional por falta de recursos críticos, serán expresión reales del problema, con su consecuente efecto social. Países como Perú, que depende en gran medida  del agua de los glaciares de las cumbres andinas, en poco tiempo tendrán población deambulando por el continente en busca de un lugar donde vivir por falta de recursos locales. Ya vemos con preocupación el aumento de la cobertura de enfermedades típicamente tropicales que en años anteriores no sobrepasaba los 1000 mts de altitud sobre el nivel del mar y hoy abarca extensas zonas de montaña, simplemente por el aumento de la temperatura.

Si. El problema es de supervivencia. Si en este momento por arte de alguna ley o decreto mundial, se ordenara detener de forma inmediata todo el conjunto de actividades que han generado el calentamiento global y por ende el Cambio Climático,

Deberíamos esperar por lo menos cien años antes de ver cambios de recuperación en la salud del planeta. Ante esto, solo queda un duro proceso de adaptación, que obligatoriamente debe contemplar de forma primordial el hábitat humano. Entonces los diseños bioclimáticos, los materiales de hoja de vida limpia, las tecnologías de uso eficiente de recursos críticos, las implantaciones sensatas, serán protagonistas de una forma de vivir adecuada a la situación que hemos creado diligentemente desde la revolución industrial. Dice la tradición Massai “No heredamos la tierra de nuestros antepasados. La tomamos prestada de nuestros hijos” En ese orden de ideas, si no compartimos todo el conocimiento acumulado en función de un coexistir juicioso entre nosotros y el entorno natural, quizás no tengamos una segunda oportunidad sobre la tierra.

CARLOS ALBERTO DUICA CUERVO

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